La Roldana
La Roldana
Breve razón de una obra: La Roldana
«La Historia —decía el duque de Saint-Simon— es un género totalmente diverso de otras ramas del saber. Bien que todos los acontecimientos, tanto generales como privados, que la componen sean causa uno del otro, y que todo esté unido por encadenamiento tan singular…, la ruptura de un eslabón haría faltar, o por lo menos cambiar, el acontecimiento que le sucede».
Es mi ferviente deseo que así sea en este libro, donde querría aunar el respeto por la veracidad de los hechos y el rigor narrativo; evitando, así mismo, la rigidez que produce una mera concatenación de sucesos y hazañas.
En el proceso de búsqueda de documentos, he encontrado que al gozo de leer a diversos autores, se une el interés por conocer las diferentes teorías que nos muestran a los personajes que originaron los hechos:
Sus odios y sus amores; sus principios o sus resentimientos; los resortes misteriosos del comportamiento; aquello que los impulsó a actuar como lo hicieron.
Todos los personajes de un relato son importantes. Pienso que las acciones determinantes de la historia son ejecutadas, sí, por un líder. Pero para lograr los grandes hechos de la historia se necesita el esfuerzo coordinado de un equipo. Este esfuerzo, unido a la genialidad individual, es el que mueve montañas.
Es por tanto el amplio abanico de personajes y sus actuaciones lo que nos traerá el aroma de una época.
Luisa Roldán es un personaje apasionado y apasionante, vibrante protagonista de nuestra esplendorosa cultura. Los hechos de esta historia son más reales, fascinantes y poderosos que la más imaginativa de las leyendas.
Desearía inspirar curiosidad por un personaje, hacer que lo conozca el gran público. Como dijo mi amigo y admirado académico de la Historia Hugo O’Donnell:
«El objetivo de la novela histórica es que provoque el interés que luego podrá ampliar el historiador».
Es esencial el conocimiento de nuestra historia: nuestro pasado, el esfuerzo de unas mujeres que abrieron caminos de libertad por los que transitamos las generaciones de hoy.
«Quienes no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo», decía el filósofo español Jorge Santayana.
Forma parte Luisa de esa pléyade de mujeres luchadoras que han abierto sendas cerradas para el género femenino, hasta que ellas se esforzaron en derribar sus barreras. La figura de la Roldana me atrajo con poderoso influjo hace muchos años, porque percibí en ella a una innovadora. Además de su talento, tan real como concretos sus logros, me impresionó su valor, el coraje del que tuvo que hacer gala para aspirar a aquello que estaba vedado a la mujer. Simplemente por el hecho de serlo.
Para obtener el ansiado puesto de Escultora de Cámara, hubo de conservar el
corazón joven; luchar, perder y levantarse de nuevo; no aceptar irremediablemente las reglas, lo establecido, todo aquello que apartaba a la mujer de su crecimiento como persona.
¿Pensaba ella en la parábola de los talentos y en el mandato divino que nos conmina a desarrollarlos?
Me entusiasma la obra de la Roldana, la pasión que infunde a su escultura, tanto en sus seres dolientes, como La Macarena o el Eccehomo, como cuando son dinámicos y enérgicos, como el San Miguel o los Ángeles lampareros; o la ternura de sus belenes o de la Divina Pastora con su Niño Quitapenas.
En su fatigoso caminar, la Roldana recorre la senda del tesón y la determinación hasta que logra su objetivo: ver reconocido su talento al ser nombrada escultora de cámara por Carlos II, el último de los Austrias. Un rey venido de la refinada corte de Versalles, Felipe V, la confirmará en dicho cargo. Y todo esto lo resuelve sumida en el dolor de perder a cuatro de sus seis hijos; zarandeada por los conflictos de un matrimonio equivocado; asediada por las carencias que produce la bancarrota que asuela el país y que incide en los pagos de su remuneración.
Los acontecimientos históricos que se suceden a su alrededor marcan su existencia, primero en su fastuosa Sevilla natal; luego en la luminosa y próspera Cádiz; para continuar en Madrid, en una época fascinante, de drásticos cambios que producen profundas alteraciones en el devenir de los pueblos.
Se ha especulado con sus cambios de humor, sugiriendo una posible ciclotimia. No me parece justo, pues tuvo Luisa una vida de continuo batallar. En los periodos en que creyó sucumbir, se pertrechó con la voluntad de vivir, alzándose de nuevo, empezando, renaciendo otra vez. Yo observo en la Roldana tesón para sacar fuerzas de flaqueza, toda vez que su responsabilidad era grande.
La familia dependía de ella.
Luisa nunca estuvo en Rusia; por tanto, la historia de amor que les voy a contar no pudo producirse en la realidad. Pero siempre me he preguntado cuál habría sido su evolución si hubiera conocido otras costumbres, otras culturas, otras formas diversas de expresar su arte. Me he tomado la licencia de hacerla conocer la Francia que asciende como el astro sol y que dominará la escena hispana; y Rusia, que comienza en ese momento a despertar de su aislamiento para abrirse a Europa y al progreso.
Creo que a la cultura rusa nos une un sutil hilo conductor. Es una cultura apasionada y dinámica; es oriente y occidente.
Debo decir que mi fascinación por Rusia y mi inclinación por la dulce Francia, que tiene orígenes familiares, fueron determinantes para esta narración.
Es mi deseo contarles la vida de una mujer pionera, española, que rompió con las ataduras de la costumbre; que batalló por sus sueños, conservando intacta su dignidad. Quiero así rendir un homenaje a esta singular artista que consiguió vivir en libertad.
Pido a los lectores su benevolencia con esta narración, y si he conseguido transmitirles mi entusiasmo por esta excepcional mujer y escultora de talento, habré logrado el objetivo de estos años de trabajo y búsqueda apasionada.
PILAR DE ARÍSTEGUI
Prólogo
LA NOSTALGIA
(Madrid 1704)
La luz entraba tenue desde el alféizar de la ventana, y acariciaba mis manos entumecidas por el trabajo y el frío del invierno. Las miré con detenimiento. Eran manos que mucho sabían de modelar el barro y tallar la madera, manos que no habían permanecido ociosas; y eran también manos usadas por el tiempo, ya que la vejez poco a poco iba enseñoreándose de mi cuerpo. Habían pasado muchos años y la vida me había proporcionado pesares, esfuerzos continuados, ocasiones interesantes, emociones intensas y muchas alegrías.
Si hubiera podido… Si hubiera podido, ¿habría cambiado aquella vida por otra más tranquila y reposada?
No, cierto es que no.
Mi existencia había sido plena y daba gracias a Dios por haberme donado todo aquello que para mí era importante.
En primer lugar, mis hijos, tan amados; luego, mis esculturas. Los hijos eran carne de mi cuerpo, las esculturas, sangre de mi trabajo.
No cambiaría mi existencia, pero sí habría modificado algunas decisiones, ahora que conozco las trampas de la vida; no dejaría que la compasión nublara mi juicio, como me había sucedido. En esta época de mi existencia sé que es inútil entregar generosidad y ayuda a quien no puede reconocerlas ni apreciarlas; sé cuán estéril es dar a quien se ofende por recibir. Pero en mi joven mente, con la inexperiencia de los años mozos, esos pensamientos mezquinos no tenían lugar en mi corazón.
Al sentir la angustia originada por los recuerdos agarrotando mi ser, me levanté con presteza para abrir la ventana. Deseaba que el fresco aire de febrero limpiara los tristes pensamientos que mi mente albergaba.
Hube de sentarme de nuevo, pues mis cansadas piernas anhelaban el reposo. Aspiré con fruición la brisa que llegaba del río.
En ese instante, el canto solitario de un oboe se elevaba hacia mi estancia, envolviendo mi alma de recuerdos felices…
Me traía memorias de tiempos pasados, escenas del hogar bullicioso en mi Sevilla natal, la fastuosa ciudad que coronaban propios y extraños como urbe principal, segunda tan sólo a Roma. Sus paseos poblados de hermosas casas, henchidas de honroso pasado árabe y romano, enriquecidas por el Renacimiento; los jardines esplendorosos, restallantes de especies exóticas llegadas de Indias; el ambiente creador que reinaba en talleres, palacios, conventos y hasta en las propias calles y mercados; la atmósfera de energía que dominaba el puerto, receptor de maravillas mil, desconocidas y ambicionadas en toda Europa. Y luego… Luego del coraje, de las luchas y penas, de mi largo viaje y…
De él.
¿Quedará noticia de mi insólita lucha, de la batalla de una mujer por ser reconocida en el arte?
¿Narrará alguien estas penalidades, este esfuerzo sin tregua, esta guerra sin paz, esta mi historia hermosa e inverosímil, el amor truncado, la pasión, la gloria que han conformado mi vida?
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Ficha histórica del libro
Edad: Moderna
Periodo: Austrias menores
Acontecimiento: Varios
Personaje: Luisa Roldán
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