Mis Otoños en Roma
Mis Otoños en Roma
María Teresa Álvarez
Mis otoños en Roma
ÍNDICE
Roma . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13
1. En la intimidad de Roma . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
2. Foros imperiales
Rosas en el jardín de las Vestales . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
3. Teatro de Marcelo
La memoria afectiva de un emperador . . . . . . . . . . . . 29
4. Panteón
La casa de todos los dioses . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 36
5. El Ara Pacis
Retrato de familia para la posteridad . . . . . . . . . . . . . 44
6. Columna y mercado de Trajano
El primer centro comercial de la historia . . . . . . . . . 52
7. San Pietro in Vincoli
La fuerza de una escultura . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60
8. Santa Maria in Aracoeli
El altar del cielo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 68
9. Santa Cecilia in Trastevere
Dulcemente dormida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76
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10. Santa Maria dell’Anima
La iglesia de los Habsburgo en Roma . . . . . . . . . . . . . 83
11. La capilla Paulina
En el palacio Apostólico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91
12. Santa María de Montserrat
La iglesia nacional de España en Roma . . . . . . . . . . . 98
13. Il Gesù
La iglesia de la Contrarreforma . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107
14. Sant’Ivo alla Sapienza
Un suspiro hacia el cielo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115
15. Iglesia y convento de Trinità dei Monti
La ilusión reina intramuros . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123
16. Las sibilas de Rafael
En Santa Maria della Pace . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 131
17. Palazzo Riario
La residencia romana de la reina Cristina de Suecia . . 138
18. Palazzo Farnese
Un tesoro escondido . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 146
19. El trampantojo de Borromini
Impactante ilusión visual . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 154
20. Palazzo Madama
La casa romana de Margarita de Parma . . . . . . . . . . . 162
21. Palazzo Barberini
Historia de dos escalinatas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169
22. La villa Farnesina
Refugio de amor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 178
23. Galleria Sciarra
Burbuja diletante . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 187
24. Campo de’ Fiori
Un fantasma en el mercado . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 194
ÍNDICE 9
25. Museo Doria-Pamphili
Inocencio X protagonista . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 200
26. Piazza di Sant’Eustachio
El mejor café de Roma . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 206
27. Piazza di Spagna
La plaza que florece en primavera . . . . . . . . . . . . . . . . 212
28. Piazza del Popolo
Espectacular umbral de Roma . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 218
29. Fontanas dell’Acqua Paola y Trevi
Eternas como su ciudad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 226
30. La fuente de las Tortugas
Belleza en movimiento . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 232
31. El Tíber y algunos de sus puentes
Aire de siglos los envuelve . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 239
32. El Aventino
La colina de la historia y del mágico misterio . . . . . 245
33. El Gianicolo
Mirador de Roma . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 251
34. Estatuas parlantes
Portavoces de los «indignados» de antes . . . . . . . . . . 256
35. Bernini, escultor de lo inefable
Los éxtasis de Santa Teresa
y de la beata Ludovica Albertoni . . . . . . . . . . . . . . . . . 264
36. Mujeres enterradas en San Pedro del Vaticano
Ni santas ni monjas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 272
37. Cimitero dei poeti
A la sombra de una pirámide . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 279
38. Antico Caffè Greco
La evanescencia del arte . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 286
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39. Los helados
Una de las pasiones romanas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 293
40. Il quartiere Coppedè
Fantasía ilustrada . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 299
Epílogo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 307
Agradecimientos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 309
ROMA
L
a primera vez que llegué a Roma era de noche. Tenía veintiún
años. Era mi primera salida al extranjero. Viajaba en autobús y
en un primer momento no pude ver nada de la ciudad, porque
nos llevaron directamente al lugar donde nos alojábamos en via
di Torre Rossa. Recuerdo que el cansancio después de muchas horas de viaje me impulsaba a correr hacia mi habitación, pero unos
pinos en el jardín, los más esbeltos que había visto en mi vida, me
obligaron a detenerme. Fue un momento mágico. En el ambiente flotaba un algo especial, un olor como a leña quemada y una
sensación de paz que de buena gana me hubiese quedado allí mucho rato de no ser porque una amiga me obligó a acompañarla al
interior del colegio.
Fueron unos días inolvidables. Roma era mucho más de
lo que me había imaginado. Pero sobre todo lo maravilloso era cómo me sentía recorriendo sus calles, extasiándome ante sus monumentos, admirando sus obras de arte, dejándome acunar por el
discurrir de sus cantarinas y evocadoras fuentes. Pronto me percaté de que algo que flotaba en la ciudad me infundía energía. No
solo me insuflaba fuerza, también me ayudaba a conocerme me
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jor. Llevaba dos años con mis estudios paralizados ya que no sabía
qué elegir. Todos me aconsejaban Derecho o Magisterio, pero no
me convencían. En Roma lo vi clarísimo. Lo que a mí me gustaba
era comunicar, divulgar, informar: el periodismo me esperaba.
No sé quién lo decía, ni si lo decía alguien, pero a Roma hay
que verla, aunque solo sea una vez en la vida, para poder recordarla.
Me fui de Roma con gran pena. Su embrujo me había seducido. Sabía que nunca dejaría de soñarla. Solo me consolaba el
pensar que volvería. Afortunadamente lo he podido hacer muchas
veces.
Os confieso que en las siguientes visitas a Roma me sentía nerviosa ante el miedo a que me defraudara; era tan hermoso mi recuerdo… Sin embargo, en cada nueva estancia, me he
sentido más ligada a la ciudad, atrapada por lazos invisibles,
con la sensación de que Roma también se entregaba a mí, formando parte de mi vida. He hecho mía la frase de Pierre Corneille, cuando decía: «Roma no está en Roma; está toda entera
donde yo estoy».
Pasaron los años y mi amor por Roma permanece inalterable. En un momento determinado (hacía dos años que me había
jubilado) pensé en repetir aquel, para mí, «viaje iniciático» en el
que vislumbré mi futuro profesional. Quería hacer el mismo itinerario —Carcasona, Avignon, Cannes, Niza, Montecarlo, Génova, San Remo, Carrara, Pisa—, lo cual me llevaba a realizar el
viaje en autobús. Me parecía una locura, pero la idea no se iba de
mi mente. Al final me decidí. Fleté un autocar y con veintiséis personas que se animaron a acompañarme salimos para Roma. Algunas no conocían la ciudad y tuve el inmenso placer de hacer de
cicerone.
Resultó un hermoso e interesante viaje y, aunque Roma no
me descubrió una nueva profesión a la que dedicarme, sí me hizo
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muy feliz al poder disfrutar de ella compartiéndola con el grupo
de amigos que me acompañaba.
Roma no despertó en mí deseos de convertirme en guía turística, lo que sí hizo fue reforzarme en algo que ya sabía: la importancia y lo gratificante que resulta hacer la vida agradable a quienes
nos rodean y compartir vivencias con ellos. Desde entonces organizo de vez en cuando algunos viajes con amigos en los que nos lo
pasamos divinamente.
Es verdad que, en esta ocasión, Roma no me orientó hacia
una nueva ocupación, pero si insufló en mi espíritu un anhelo: iniciar el otoño a su lado. Y así lo hago desde entonces. Y así lo haré
mientras Dios quiera. Fruto de mi ottobrata romana surgieron unos
artículos que La Nueva España me publica con tanto cariño y que
ahora La Esfera de los Libros ha decidido recopilar en un libro.
En ellos he querido reflejar el placer estético que me embarga cuando contemplo esta ciudad única, a la vez que es una forma
de agradecerle todo el bien que me ha hecho. Porque desde el primer día, Roma ha estimulado mi imaginación, lo que ha contribuido a que las ilusiones sean una constante en mi vida. Me ha
invitado a soñar, soñando ella conmigo.
Roma es fuente inagotable de belleza. En cualquier rincón,
en cualquier esquina se descubre algo nuevo. Es tal el espectáculo
que ofrece que es imposible captarlo todo. Además, la luz, que
siempre obra prodigios, en el otoño romano hace milagros.
Nunca me cansaré de hablar de la belleza de Roma donde
lo más sencillo puede llegar a convertirse en sublime. En Roma lo
grandioso y lo humilde se dan la mano y conviven en perfecta
armonía.
Me gusta deambular por la ciudad, perderme por sus inconfundibles callejuelas, sentarme en alguna de las recónditas
plazas en las que, cuando se encuentran en soledad, se pueden
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percibir las innumerables emociones que en ellas se han quedado
prendidas para siempre. Envuelta en su silencio he tomado, como la primera vez, algunas de las decisiones más importantes de
mi vida.
Mirándola y sintiéndola, lo efímero, lo fugaz, lo pasajero…
carece de sentido. Roma es una puerta abierta a la trascendencia…
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Ficha histórica del libro
Edad: Varios
Periodo: Varios
Acontecimiento: Sin determinar
Personaje: Sin determinar
Comentario de "Mis Otoños en Roma"
María Teresa Álvarez es una enamorada de Roma, a la que viaja todos los otoños desde hace años, porque «Roma es fuente inagotable de belleza. En cualquier rincón, en cualquier esquina se descubre algo nuevo. Además, la luz, que siempre obra prodigios, en el otoño romano hace milagros».
En este libro evocador que ha ilustrado con sus propias fotografías, a la manera de una viajera del siglo XIX, nos descubre sus rincones favoritos, las fuentes escondidas en recónditas plazas, los secretos mejor guardados en las iglesias y los palacios romanos, las ruinas y cementerios más románticos…, sin olvidar dónde comer los helados más deliciosos o los cafés en los que hacer un alto en el camino.
«Nunca me cansaré de hablar de la belleza de Roma, donde lo más sencillo puede llegar a convertirse en sublime. En Roma lo grandioso y lo humilde se dan la mano y conviven en perfecta armonía. Mirándola y sintiéndola, lo efímero, lo fugaz, lo pasajero… carece de sentido. Roma es una puerta abierta a la trascendencia».